Londres es una ciudad cosmopolita en la que se dan cita innumerables personas de todo el mundo. Sin embargo, y aunque esta diversidad de población es enorme, su arquitectura ha permanecido prácticamente invariable desde el siglo XVIII.
El aspecto de sus edificios es una señal de identidad de la ciudad. Tanto es así que existen innumerables leyes, para proteger y conservarlos, tal y como fueron construidos.
La ciudad es bastante extensa y sus edificios, en muchas ocasiones, fueron concebidos como casas unifamiliares. Las leyes que los protegen prohiben terminantemente alterar el volumen de ninguno de ellos, y esto supone un problema para quien quiera hacer reformas.
Hay edificios de estilo georgiano, victoriano, regente, etc, que dotan a cada barrio de una personalidad diferente y fácilmente reconocible. La protección hacia su estética es tal que en algunos de ellos, los más importantes, incluso se exige que los elementos que se rompan o envejezcan demasiado se restauren para mantener el mismo aspecto.
Con todas estas leyes y trabas, todo aquel que tiene una casa en Londres declarada como de Interés Turístico o Patrimonio de la Ciudad, se encuentra con un grave problema a la hora de ampliar su vivienda.
Pero como en todo «el que hizo la ley hizo la trampa» y los arquitectos y diseñadores han sabido encontrar un vacío legal por el cual ampliar estas casas sin alterar su aspecto exterior.
Todo aquel que haya paseado por los barrios más prestigiosos de la ciudad estos últimos años se habrá dado cuenta de la ingente cantidad de cintas de transporte de tierras que salen de los sótanos de las casas.
Barrios como Chelsea, Nothing Hill o Kengsinton se encuentran plagadas de estas máquinas removedoras de escombros, la explicación es sencilla y a la vez sorprendente.
Las casas se expanden hacia el subsuelo. Cada vez son más las familias adineradas que amplían sus sótanos hasta límites insospechados.
En más de una ocasión el espacio conseguido en estos «búnkeres» multiplican, he incluso triplican, el tamaño de la casa en la superficie, de ahí que se les conozca con el sobrenombre de «casas iceberg».
Ya sabemos cómo es la gente cuando le sobra el dinero y, a día de hoy, estos millonarios compiten por ver quién consigue construir la casa más grande y excéntrica.
En los últimos 4 años se han presentado y aprobado más de 800 proyectos de extensión de sótano en todo Londres. Todo esto amparado por un vacío legal que, de momento, no parece que vayan a solucionar.
Y es que la ley de planificación es extremadamente restrictiva sobre lo que se puede construir o no en la superficie, pero si hablamos del subsuelo… la cosa cambia enormemente. De hecho, es tal la ausencia de leyes al respecto que los londinenses pueden excavar sus sótanos hasta el mismísimo centro de la tierra si les place.
Esta fiebre desmedida por la construcción bajo suelo ha conseguido que los propietarios más caprichosos y adinerados construyan auténticas miniciudades bajo sus casas. Piscinas, bodegas, salas de cine, pistas de baile, de tenis, incluso parking con ascensores son solo un ejemplo de lo que se demanda en este tipo de construcciones.
Por supuesto estos lujos están solo al alcance de los bolsillos más pudientes. Los demás tendremos que esperarnos hasta que nos toque algún premio gordo de lotería para poder ni tan siquiera soñar con un mansión de lujo.
Si, esto es un sótano…
Fuente: JP Rubio
Este artículo ha sido publicado en LaVozdelMuro