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Así se consigue que pagues más por los langostinos

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La industria alimenticia tiene fallos. Huecos en los que el sistema prefiere dar prioridad al comercio en sí -la compraventa, el mercado- antes que a la alimentación, al consumo de calidad y al respeto medioambiental. Pollos que se inflan, cerdos que se ceban, patos que se estallan y langostinos que se rellenan. Todo por lo mismo: hacer dinero.

Sí, porque no es lo mismo ver un langostino escuálido que uno gordito y reluciente. ¿Cuál comprarías? El más grande, está claro. Todo nos entra por los ojos. Y esto es algo de lo que la industria se aprovecha. Engañan a nuestros ojos y nuestros paladares con aditivos alimenticios como el E466, que se usa como un modificador de la viscosidad o espesante, y para estabilizar emulsiones en distintos productos como los helados.

Este componente gelatinoso está también en muchos productos no alimentarios, tales como la pasta de dientes, los laxantes, las pastillas para adelgazar, pinturas a base de agua, detergentes, telas y diversos productos de papel. Se utiliza sobre todo porque tiene alta viscosidad que ayuda a mejorar el aspecto de muchos productos, no es tóxico, y generalmente se considera que es hipoalergénico.

Este engaño no es malo para nuestro organismo, pero tal vez nos parezca poco apropiado y nada moral pagar al precio de langostino la triste gelatina.

Gracias a una jeringa y a personas muy pacientes, se inyecta el componente E466 en cada langostino, uno a uno. Haciendo así que cada kilogramo aumente en 150 0 200 gramos. El tamaño se incrementa, se consigue una apariencia más fresca y, por tanto, el precio es mayor.

Las imágenes grabadas en el vídeo son de una planta en Vietnam, donde los empleados inyectan una mezcla del espesante E466, agar-agar (una gelatina de origen marino) y azúcar en cada langostino.

Muchas veces es mejor aplicar eso de ojos que no ven corazón que no siente. Y desde luego, si queremos que no nos engañen tendremos que ir con cuidado a la hora de comprar. El punto más importante es dónde hacerlo y no dejarnos llevar solo por el aspecto del producto.

Fuente: Avesor